jueves, 4 de marzo de 2010

El sacrificio sin fin de Sara Álvarez

La gran promesa del yudo gallego se esfuerza con abnegación para recuperar la movilidad de su rodilla tras los terribles daños que sufrió en el Mundial de París

LA VOZ DE GALICIA. Autor: Marcos Pichel

París. Octubre del 2009. Mundial de yudo junior. Una peligrosa técnica mal ejecutada acabó con los 160 kilogramos de la yudoca ucraniana Irina Kinderzerska sobre la rodilla derecha de Sara Álvarez (Judo Lugo), la mayor promesa del deporte del tatami en España. El grito que estremeció el Stade Pierre de Coubertin ni inmutó a su rival. No movió un músculo pese a los gestos de dolor de una Sara incapaz de sacársela de encima. Eso, pese a la gravedad que todos, al momento intuyeron traducida en una luxación que dejó su articulación maltrecha y una operación de casi seis horas para restañar el desaguisado. Más adelante, en una segunda fase, habrá un nuevo paso por el quirófano.

El sacrificio sin fin de Sara Álvarez Sara Álvarez, con una gran cicatriz en la rodilla derecha, en pleno trabajo de rehabilitación | ROI FERNÁNDEZ

«¡Le grité, le di, pero no se inmutaba!», rescata Sara de un instante que prefiere borrar de su memoria pero no olvidará. Aún no («no lo quiero ver», dice), pero confiesa que algún día se enfrentará al vídeo del combate. «Estaba colgada en YouTube y tuvimos que pedir que la quitaran», desvela. A alguno de sus compañeros llegó a plantear, aunque solo fuera por un instante, abandonar el deporte. Esos amigos que no han dejado de animarla, de enviarle mensajes de apoyo, como el del presidente del COE, que fue máximo dirigente de la federación de yudo, Alejandro Blanco. Afortunadamente, ni estuvo sola en París ni desde entonces.

Sara irradia optimismo y fuerza de voluntad. Nada de hablar de plazos de curación, que los médicos estiman en cerca de dos años, y sí de sueños: volver a competir. De la «envidia sana» que siente al ver a los demás combatir, de sus progresos desde que comenzó la rehabilitación en enero.

Choca más su actitud si se estima que desde la operación no ha transitado por un camino de rosas. La escayola con la que inmovilizaron su pierna se convirtió en un calvario. «Hubo veces que tuvimos que cambiarla casi cada dos días, porque se me movía», relata Sara. Y le hizo daño. Hace apenas unos días le tuvieron que suturar una úlcera que le produjo por rozamiento en el talón. Pero lo peor llegaba por las noches. «No podía dormir. Eran las siete de la mañana y estaba despierta. Además, en la cama no estaba cómoda, solo podía colocarme boca arriba, y me daba la sensación de que la pierna estaba más alta, así que tuve que irme al sofá. Hacía mi vida en el salón de casa», relata. Incluso hubo de recurrir a unas infusiones de valeriana.

Esa etapa ha quedado atrás para iniciar el futuro en régimen casi espartano. Comienza sus labores de recuperación a las ocho y media de la mañana en el gimnasio. «Hago un poco de trabajo de tronco y de piernas, depende del día», señala. A las cuatro y media de la tarde, dos horas de fisioterapia: ejercicios específicos de fortalecimiento y la ayuda de determinadas máquinas. «Y unos veinte minutos de bici», puntualiza. Todos le dicen que marcha bien, por delante de lo esperado. «¡Me tienen que frenar!», cuenta.

Lo que ya ha conseguido es adelgazar 13 kilogramos, con sacrificio y una estricta dieta. Porque Sara tiene una meta: «Si compito de nuevo quiero hacerlo en menos de 78 kilogramos, para que no me vuelva a pasar algo así». Quién se atreve a dudar, con la seguridad en sí misma que muestra, esa que le ha permitido moverse con gran agilidad con una sola muleta (que en el carnaval le sirvió de metralleta en su disfraz de gánster). ¡Ah! Y se le ha metido otra idea en la cabeza, ella que ya es surfista: «Quiero hacer snowboard».

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