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NUEVA YORK, 13 sep . - La "Madre del Yudo" ha esperado 50 años para recibir la medalla de oro que le arrebataron en su primera competición seria, una injusticia de género que avivó la victoria de Rusty Kanokogi en la lucha para que la rama femenina de esta categoría llegara a los Juegos Olímpicos.
A Kanokogi, que ha recibido elogios y reconocimiento del Gobierno de Japón, de la Federación Internacional de Yudo y del Salón Internacional de la Fama de las Mujeres, se le negó el premio en un torneo de la YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) por ser mujer.
"Esto no debería ocurrirle nunca a una mujer en el deporte", dijo Kanokogi sobre la ira que sintió en 1959.
La mujer, de 74, años habló en una entrevista con Reuters en la víspera de la ceremonia de entrega de medallas llevada a cabo días atrás, que rectificó la injusticia medio siglo después.
"Fue algo negativo durante un tiempo pero yo lo convertí en algo positivo. Comencé a moverme a favor del reconocimiento del judo femenino. Básicamente fue un aliciente. Si no me hubieran quitado la medalla, ¿quién sabe? El yudo femenino podría estar aún esperando para entrar en los Juegos", destacó.
SOLO PARA NIÑOS
Kanokogi, que ahora lucha contra una extraña forma de cáncer, nació con el nombre de Rena Glickman y creció en las calles de Coney Island, en Brooklyn, cuando a las niñas no se les permitía practicar la mayoría de los deportes escolares.
"Era una niña fuerte, muy activa físicamente pero sin deportes en la escuela porque eso era sólo para niños", recordó la mujer.
"Así que empecé a disfrutar de golpear un saco de boxeo después de la escuela. Sentía mucho resentimiento, de modo que comencé a usar a la gente en la calle como saco de boxeo. Me estaba metiendo en problemas. Tenía la habilidad física de un hombre fuerte con la mentalidad de una adolescente", comentó.
"Estaba un poco perdida. Era un alma perdida sin lugar adonde ir", destacó.
Pero Kanokogi se encontró a sí misma en el yudo, intrigada después de que un amigo le mostrara algunas llaves.
Se volcó de lleno en el deporte y lo practicó con los jóvenes en la YMCA local cuando el entrenador le pidió que sustituyera a un niño lesionado en una competición en Utica, Nueva York.
Cuando le pidieron que tratara de obtener un empate en su enfrentamiento para ayudar al equipo, la joven de 24 años sorprendió a todos.
"Instintivamente, cuando me aferré a la chaqueta del yudogui de mi contrincante, di todo de mí y lo volteé. Funcionó. Obtuve un punto", recuerda.
Kanokogi dijo que, aunque no estaba incluido en las reglas que los competidores fueran hombres, ella se disfrazó de todos modos. "No me dijeron que me vendara el pecho. Lo hice por mi cuenta" dijo la mujer.
No obstante, el director del torneo se enfrentó a ella después, insistiendo en que las niñas no podían competir y diciendo que ella tendría que devolver su medalla o su equipo quedaría descalificado.
"Me quité la medalla y se la entregué. Todos los chicos querían devolver sus medallas y el trofeo y me negué a que hicieran eso. Regresamos a la ciudad con solemnidad", contó.
SIN AMILANARSE
Kanokogi no se amilanó con el episodio. En vez de eso, trabajó más duro aún como competidora e instructora, viajando a Japón tres años más tarde para estudiar el arte marcial japonés. Allí conoció a su esposo Ryohei Kanokogi, un entrenador del equipo olímpico de Japón.
Ella se dedicó de lleno al deporte y a defender el hecho de que las mujeres merecían el derecho de competir en judo en los Juegos Olímpicos, algo que los hombres venían haciendo desde 1964.
Kanokogi, que se casó en 1965 y tuvo dos hijos, organizó el primer campeonato de judo femenino en 1980 en el Madison Square Garden, reuniendo a 27 países para satisfacer una norma del Comité Olímpico Internacional (COI) como paso previo a la inclusión de un deporte en los Juegos.
"En 1984 en Los Ángeles el yudo femenino fue rechazado de nuevo en los Juegos Olímpicos. Enloquecí", recordó.
Kanokogi consiguió ayuda de políticos y de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles y amenazó con tomar acciones legales por discriminación de sexo y finalmente se abrió camino cuando el yudo femenino fue incluido como deporte de exhibición en los Juegos de Seúl 1988.
Cuatro años más tarde entró en el programa oficial de los Juegos de Barcelona, donde Miriam Blasco fue la primera mujer española en conseguir una medalla de oro (individual) para el olimpismo femenino español
"¿Cual era el problema? Era una cuestión de mentalidad. Deporte de contacto completo para mujeres. El primero en la historia olímpica. ¿Acaso podía el COI identificarse con eso? Ellos podían pensar en mami a caballo pero no podían pensar en mami luchando", dijo la mujer.
Eileen O'Connor, directora de YMCA Brooklyn, le ofreció a Kanokogi una medalla en "reconocimiento por una vida de liderazgo y compromiso con la igualdad de género en el deporte".
Ahora, Kanokogi libra una batalla por su salud. Padece de mieloma múltiple, un cáncer que también ha dado lugar a fallos renales, forzándola a someterse a diálisis.
"Gracias al yudo, mi estado de ánimo es extremadamente fuerte. He perdido algo de peso y necesito un bastón. Sin embargo, puedo usar ese bastón como una espada samurai. No estoy preocupada", concluyó.
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